José Antonio es descendiente de familia honrada. Desde pequeño destacó por su capacidad para los estudios. Cuando obtuvo la formación necesaria entró en el ejército, siendo destinado en el Regimiento de Cazadores de Alcántara, su mando más cercano y amigo, el Teniente D. Antonio Campos Benjumea, observó en él unas cualidades muy concretas: una férrea determinación y un inquebrantable sentimiento de justicia basado en el respeto y cumplimiento con absoluta exactitud del reglamento militar. Por ello, le solía decir que habría sido un inmejorable juez.

El estallido de la contienda en el Rif le hizo acompañar orgulloso a su regimiento de caballería al norte de África. Una vez allí, fue apodado como “El Sargento de hielo” por ser hombre de escasas y duras palabras junto con una mirada fija y gélida.

Durante una guardia nocturna alrededor del perímetro del campamento se encontró con una situación que se alejaban de la normalidad, seres humanoides en la noche que parecían rapiñar cadáveres… No era la primera vez que en una guardia de su destacamento encontraban algo así, o eso decían algunos rumores, pero ningún parte hasta la fecha recogía estos encuentros por escrito, los encargados de las guardias omitían esta información pues temían el desprestigio y la humillación. Evidentemente estos sentimientos no existían en Requena, quien elaboró un informe estrictamente objetivo de lo ocurrido. Además, adjunto la garra de uno de estos seres que durante una refriega puedo amputar a su rival. Fue apartado inmediatamente del cuerpo y enviado al cuartel de Melilla como medida cautelar. Allí mientras realizaba trabajos de mantenimiento y limpieza de las instalaciones militares, en lo que sin duda podría ser interpretado como un castigo, se reunió con su amigo el Teniente Campos Benjumea quien tras estudiar detalladamente su caso le informó de su nuevo destino, la BRIAAP.